Clubes.
Agendas Post2015 y un Tejido Social involucrado en la Cooperación.
Un
club, es una sociedad fundada por un grupo de personas con intereses
comunes y dedicada a actividades de distinta especie, ¿pero qué
ocurre cuando esta clase de clubes nacen del movimiento cíclico de
un grupo de estados que comparten los datos de crecimiento más
preocupantes de nuestro tiempo?
Paul
Collier, Director del Centro de Estudios de Economías Afroamericanas
de la Universidad de Oxford, en su libro El Club de la Miseria, acuña
este término al que pertenecen más de cincuenta países que no
tienen capacidad comercial, ni esperanza para ella; entre los que se
encuentran Sudan, Somalia, la República Centro Africana y la
República Democrática del Congo. En el ensayo aúna las cualidades
de estas sociedades y las herramientas que el mundo tiene a su
disposición para enfrentarse a los problemas que padecen los países
que pertenecen a este club, cuya resolución supone un bien público
mundial de difícil logro.
En
las sociedades del Club de la Miseria, las actividades sociales y de
esparcimiento, la realización de actividades de intercambios de
ideas, las actividades formativas e informativas, los debates, las acciones de defensa, y la
organización de actividades de cualquier índole a favor de terceros, van encaminadas siempre al beneficio de
unos cuantos, que por desgracia, son aquellos que se encargan de
trazar el recorrido idóneo para el crecimiento de estos estados.
Gracias a una mala gestión basada en políticas de desgobierno ,
corrupción y a las ayudas o políticas internacionales que no
cumplían sus verdaderas funciones, se han quedado atrapados en un
bucle en el que los conflictos, los recursos naturales, la ausencia
de litoral y la mala acción de gobierno, juegan en contra de una
ciudadanía formada por mil millones de personas sumidas en la
desesperación y que saben que mucho más lejos de donde ellos se
encuentran, hay otros clubes que disfrutan sin tapujos de una
prosperidad sin precedentes, sin indicios de verse mermada en las
próximas décadas.
Este
Club del que hablamos, formado por sociedades míseras donde
cualquier atentado de cambio impulsado desde el interior, consiste en
una auténtica lucha entre los valerosos individuos que desean el
cambio y los arraigados intereses de los que lo rechazan, precisan de
una Ayuda Consolidada Internacional, con mecanismos y herramientas
que les permitan una estabilidad gubernamental, basada en políticas
económicas que siembren el desarrollo en sus territorios. ¿Pero
cómo se consigue eso?
La
respuesta a lo largo de la lectura, se va traduciendo en una
estabilidad normativa y una política internacional que observa la
resolución de conflictos como mejora de paisajes futuros y no como
oportunidades de las que sacar ventajas económicas o estratégicas,
lo que conlleva la necesidad de un cambio de mentalidad no sólo
dentro de los organismos e instituciones internacionales dedicados al
desarrollo, si no también en las masas electorales, que en la
actualidad ven el plano de la Cooperación Internacional como un
lugar farragoso donde se mezclan operaciones, programas y ayudas sin
transparencias, con vulnerabilidades que se sostienen en el tiempo
por decisiones políticas.
El
ensayo de Paul Collier es una buena herramienta como acercamiento a
las diferentes circunstancias y prácticas que han llevado a más de
cincuenta países a ocupar un puesto en uno de los clubes con menores
perspectivas de futuro y desarrollo del mundo. En él se establece un
posible plan de acción que puede servir como base de reflexión a
próximas prácticas encaminadas al desarrollo, debiendo nacer este
de la liberación de las trampas en las que se ven inmersos y de una
Ayuda Oficial inyectada para el verdadero crecimiento político,
económico y humanitario, llevándose a cabo a través de una gestión
de la ayuda de forma más ambiciosa, enfocada al desarrollo de
valores democráticos y no a la financiación de los propios
problemas que acechan a estos estados.
El
Plan de Acción que expone Collier establece las señas de cómo
hacer frente a las trampas que atan a los países miembros del Club
de la miseria; El autor va desgranando las trampas y los instrumentos
para su solución:
En
cuanto a las guerra civiles y los golpes de estados,
presenta dos ámbitos de acción que son la posguerra y la labor
preventiva ante una recaída, apostando por una presencia prolongada
de cuerpos militares extranjeros para asegurar las normativas
internacionales sobre democracia y transparencia.
Hemos dicho que el ensayo es una buena herramienta de reflexión, ya que si
es necesario como hemos dicho anteriormente, un cambio de mentalidad
dentro de organismos e instituciones, en cuanto a la utilización de
fuerzas militares para el mantenimiento de la estabilidad en
territorios sensibles, es primordial fomentar la reflexión en el
significado que poseen los cuerpos militares y de seguridad en la
actualidad, ya que se ha visto viciado por prácticas anteriores que
han ido creando una desconfianza general en este tipo de acciones por
la ciudadanía.
La
reflexión necesaria sobre qué significa un cuerpo militar para un
estado (ya sea en desarrollo o en vías de.) relacionándolo con
funciones y conceptos democráticos que deben ser verdaderamente
protegidos, ayudará a que las futuras prácticas militares puedan
ser consecuentes con su ciudadanía, que son quienes consienten esa
presencia en el extranjero, y quienes la apoyan. Mientras no se
resignifique e identifique con valores que realmente protejan los
derechos humanos de las personas y realicen acciones y prácticas
visibles en favor del desarrollo, la toma de un territorio por
fuerzas militares en fomento del mismo, se seguirá viendo como el
establecimiento de posiciones estratégicas por parte de cualquier
estado, como ya ha ocurrido.
El
mal gobierno, los recursos naturales, entre otros factores,
llevaron a Irak a ser ocupada y a convertirse en un Estado Fallido,
siendo el precedente para que ningún país con las mismas
características se vea envuelto en una intervención militar para
transformarlo, por lo que Collier, en cuanto a las trampas que pueden
permear de la explotación de los recursos naturales, insiste que
para la resolución de las mismas es necesario promover la
elaboración de leyes y normas internacionales que ayuden a los
políticos de las sociedades del club de la miseria, para que de esta
manera les sea más fácil luchar por reformas desde dentro de su
gobierno.
Otra
de las trampas que puede pronunciar la entrada de los países en este
club es aquella que combina la no salida al mar, con la presencia
de vecinos reacios a establecer relaciones. De esta trampa no hay
una solución todavía establecida que se aleje de la ayuda
financiera clásica; una posible ayuda oficial centrada en la
creación de infraestructura de comunicación y la búsqueda de
posibilidades entre vecinos sería un buen comienzo para poder saldar
esta trampa, lo que conllevaría también establecer mecanismos de
control que repelan la corrupción en estos proyectos, fomentar la
transparencia y una política común que favorezca el comercio entre
países colindantes, una tarea ardua al soler estar sus
comunicaciones limitadas por diferentes conflictos e intereses.
Y
por último la trampa del mal gobierno, ante la cual solo
puede hacer frente, una lejana normativa internacional que trabaje
prácticas comunes contra la corrupción, persiguiendo a aquellos
gobiernos corroídos por el paso de políticos que solo pretendían
enriquecerse durante su periodo en el poder, y estableciendo medidas
de castigo contra aquellos que realicen acciones contrarias a estas
leyes, como por ejemplo viciar la ayuda, la seguridad del estado, o
sus políticas comerciales.
Estas
leyes internacionales tienen un largo camino que recorrer, ya que una
normativa global democrática se encuentra todavía, y se seguirá
encontrando, grandes obstáculos. Hablar sobre ellas sería tener
conversaciones sobre otro futuro; uno en el que se aúnan voluntades,
y eso en un mundo fragmentado como en el que vivimos, es complicado,
pero se puede alcanzar. Solo hace falta prestarle una ayuda eficaz a
los miembros de este club, que sea de calidad y que tenga un
mecanismo de protección internacional que favorezca su buen
desarrollo.
En
la actualidad, los fines y actividades de los clubes que solemos
conocer son muy diversos y dependen del motivo por el que las
personas se hayan asociado. ¿Qué une al club más poderoso y al
último en esa misma cola?¿Qué une al G-20 y al Club de la miseria?
La
transformación social, la implicación y los instrumentos
necesarios, son los antecedentes al cambio, las sinergias, los lazos
políticos y el cultivo de los derechos humanos, son parte de los
instrumentos. Los ciudadanos de los países desarrollados tienen la
responsabilidad de no volver a soportar otras catástrofes que
limiten las relaciones internacionales y fomenten la exclusión de
estados a través de políticas excluyentes e intereses que se alejan
del desarrollo mundial.
El
G-20 como espacio para reflexión y foro de cooperación, tiene una
presencia especial en la reforma del orden económico mundial, y ha
pasado a convertirse en el foro más importante para la toma de
decisiones en materia de economía mundial; por lo que puede
pronunciar esa transformación social a través de la reflexión,
búsqueda y crítica de una normativa internacional que pueda servir
de herramienta efectiva a los gobiernos del Club de la miseria,
haciendo más factible así su desarrollo e iniciando y fomentando la
disminución de forma progresiva de uno de los grandes problemas a
los que se enfrenta el bien común.
Si
se siguen empleando los métodos actuales, los países del Club de la
miseria, formado por mil millones de personas que habitan un
territorio estancado económicamente y corroído por las malas
prácticas, continuarán acompañando a los otros cinco mil millones
de habitantes del mundo en vías de desarrollo a los que evalúa los
objetivos de Desarrollo del Milenio. La finalización de estos
últimos dan paso a un periodo de reflexión y crítica sobre los
resultados, además de la necesidad de configurar nuevos marcos de
actuación que se adapten a un contexto actual.
La
Cooperación Internacional Española, en este contexto internacional
marcado por la finalización de la agenda de los objetivos de
Desarrollo del Milenio, configura a través del Plan Director su
agenda post 2015, añadiéndole los resultados de la Cumbre Rio+20,
la Alianza global para un desarrollo eficaz de Busan, el programa
para el Cambio de la Unión Europea y el plan de acción de
desarrollo de la agenda del G20.
Con
la intención de contribuir al desarrollo humano, la erradicación de
la pobreza y facilitar el pleno ejercicio de los derechos humanos, la
Cooperación Española se moverá dentro de los próximos cuatro años
en ocho orientaciones donde se desarrollarán diferentes líneas de
actuación que proporcionarán un marco más específico con
estrategias sectoriales (Educación, salud, género, protección
social, prevención, crecimiento económico inclusivo, seguridad
alimentaria, sostenibilidad ambiental, etc). Estas líneas proponen
algunas categorías que permiten establecer un trabajo diferenciado
para cada contexto y ayudan a definir el nivel de Resultados de
Desarrollos a los que la Cooperación Española va a contribuir; esta
por su parte, fomentará diálogos y acuerdos con los países
socios, con los que se establecerán los Marco de Asociación País,
dentro de los cuales encontramos algunos miembros del Club de la
Miseria, y sobre los que se intentará llevar una Ayuda Oficial
Coherente y Eficaz.
El
siguiente paso de la Cooperación Española es avanzar en la eficacia
y calidad con decisión y realismo, estableciendo una mayor
coherencia de políticas para el desarrollo, e impulsando un uso más
estratégico en los instrumentos que posee para mejorar el impacto de
nuestra ayuda, haciendo un mayor uso de la ayuda programática,
integrando la cooperación reembolsable en el marco de su
cooperación, y trabajando más estrechamente con otros donantes, con
países cooperantes del Sur a través de la cooperación delegada,
fomentando la cooperación Sur-Sur y la Cooperación triangular.
Aún
así, la Cooperación Española tiene mucho camino que recorrer en
cuanto a convertir la ayuda en algo más que una lista de necesidades
expuesta por los países socios, y sobre todo, en cuanto a la
sensibilización de sus propios ciudadanos en favor de la
construcción de una ciudadanía global comprometida para el
desarrollo, ya que ella misma no conecta con su propio Estado. El
ciudadano medio español, está totalmente ajeno a las prácticas que
ha llevado a cabo su país en materia de cooperación internacional,
configurando esto una falta de sensibilidad, colaboración y
participación de más de la mitad de la población.
Es
cierto que la entrada del nuevo Plan Director ha supuesto nuevos
mecanismos que fomentan la transparencia y la rendición de cuentas,
reforzando de esta forma los compromisos internacionales y dando
transparencia, a través de diferentes plataformas, a un organismo
configurado dentro de un estado que ha sufrido una crisis
institucional y económica; pero es necesario que mejore sus sistemas
de información y comunicación. Necesita llegar a los ciudadanos
para crear una consciencia generalizada que comprenda qué es la
Cooperación Internacional, qué se obtiene con su eficacia y cómo
es indispensable la colaboración conjunta para el cambio, desarrollo
y equilibrio internacional. Su reto ahora es crear un tejido social concienciado, que
no la contemple como un mero espectador, si no como un actor de la
misma que puede provocar un cambio, que a gran escala puede llegar
hasta las agendas de debate de los grandes Clubes.
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